La independencia de la Nueva España, es tan ambigua como la conquista. No es una independencia propositiva en ideas, no hay postulados ni ideas universales. Los caudillos, es decir los sacerdotes, no tienen una idea clara de que hacer. Su única virtud, es que escuchan de cerca al pueblo. La independencia sudamericana inicia con San Martín y Simón Bolívar. Se crean estados y promulgan leyes. En la Nueva España, se luchaba por liberar a los criollos de la burocracia peninsular pero, no se pretendía cambiar las estructuras económicas ni sociales. Los ecos de la Revolución Francesa y la Norteamericana se escuchaban por todos lados. Los insurgentes vacilan entre la independencia total, o formas modernas de autonomía. La guerra inicia por los abusos de la burocracia española contra los latifundistas. Pero más allá estaba también el abuso de los latifundistas hacia sus campesinos. “No es una rebelión de la aristocracia contra la metrópoli, sino del pueblo contra la primera”. Hidalgo termina con la esclavitud, Morelos reparte los latifundios, pero, la iglesia y los grandes propietarios buscan ayuda en la Corona Española. Hidalgo, Morelos y Mina, sucumben ante la alianza. Entonces, un hecho inesperado sucede. En España, los liberales toman el poder, transforman la monarquía en constitución y amenazan seriamente los intereses del clero. En México, la iglesia y los grandes propietarios, temiendo quizá una reacción en cadena, buscan a los insurgentes vivos y ¡consuman la Independencia de la Nueva España!
Sin embargo, se hereda el viejo orden español sin la visión futura de una sociedad moderna. Aparece entonces, la imagen del dictador hispanoamericano con su primera impresión: la del libertador. Las nuevas sociedades se formaban por militares ansiosos de repartirse el botín. En México mientras tanto, aparece una constitución, copia de Europa y Estados Unidos que pasaban por una realidad muy distinta a la nuestra, es decir: la revolución Industrial. Esta constitución ligeramente liberal y democrática, era, por un lado inaplicable, y por el otro, ocultaba nuestra realidad histórica por completo.
“La mentira política, se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”
La rueda de la historia se precipita, el Virreinato se transforma en Imperio Mexicano con un Emperador: Iturbide. Efimero y ridículo. Todos esperan que con un cambio de leyes la situación cambie y, como en Europa, aparecería una nueva clase social: la burguesía. Las facciones se pelean entre sí, lo cual aprovechan los norteamericanos para quitarle a México ¡más de la mitad de su territorio! por medio de Antonio López de Santa Ana. “El arquetipo del dictador latinoamericano” Los conservadores se arman, Benito Juárez responde con la Reforma; separa iglesia de estado. Nuevamente, los conservadores piden ayuda al extranjero. Napoleón III manada otro emperador Maximiliano de Habsburgo. A su vez fusilado por el liberal Juárez. La Reforma consume la independencia. Y entonces aparece la constitución de 1857. Libertad de enseñanza promulgada. El autor evita la auto complacencia y agudamente observa “La Reforma funda a México negando su pasado, rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro”.
Finalmente, la esperada aparición de una burguesía mexicana, es decir, una clase social pudiente y productiva, jamás apareció. México era un país agrario muy ajeno al occidente industrializado. En cambio surge una casta latifundista que reniega del progreso. Muerto Juárez, el poder está a merced de los caudillos; Porfirio Díaz, militar de corte liberal asume el poder. Una nueva máscara se pone México, ahora de estilo afrancesado y pretendidamente sofisticado. Los indígenas son desplazados de sus tierras, se abre la economía al capital norteamericano. México –que nació endeudado como país- se endeuda más. Aparentemente México progresa, se construyen los ferrocarriles, se estimula el comercio e industrias modernas. Díaz recibe el nuevo siglo y de repente, cumple 33 años en el poder.
La Revolución mexicana, tampoco tuvo precursores ideológicos conscientes de la verdadera situación del país. De los más radicales, los hermanos Flores Magón, que militaron desde el exterior del país, poco queda en las reformas de los trabajadores. Francisco I Madero, un místico convencido, resumió el cambio que, según él, México necesitaba: “Sufragio Efectivo no reelección” los males del país se debían a la eterna presencia del general Díaz y sus “científicos” en el poder. Madero, de cuna terrateniente, no se daba cuenta de la naciente clase obrera mexicana y de la explotación de los caciques hacia los campesinos. Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa y Emiliano Zapata, ambos surgidos del pueblo mismo lo entendían. Aún así, sus limitaciones se hacían evidentes. Los lideres revolucionarios se amparaban en sus respectivos planes para cambiar las estructuras políticas y económicas del pueblo. Desterrado el viejo general, Madero asume el poder. Nada cambia. La situación política se complica pues desde el norte, un golpe de estado, perpetrado por Victoriano Huerta se consume. Madero y Pino Suarez son fusilados. Villa, Zapata, Alvaro Obregón y un viejo porfirista Venustiano Carranza, forman sus bandos, la guerra civil entre los lideres revolucionarios deja un saldo trágico pues de alguna manera, todos mueren a manos de todos y a la postre, se convierten en mitos populares. “Villa cabalga todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma en los balcones agitando la Bandera Nacional; Carranza y Obregon viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país. Todos los siguen: ¿a dónde? Nadie lo sabe. Es la revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida”.
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